EDITORIAL
EDITORIAL
Un padre repetía con frecuencia ante sus hijos, que uno no puede decir que conoce a alguien hasta que ese alguien muere.
De tanto escucharlo decir eso, uno de sus hijos, tratan-do de mirarlo a la cara mientras es-te se encontraba de pie, le preguntó: Papi, ¿qué tú quieres decir con eso, que siempre repites? Sin pérdida de tiempo, el padre respondió: Mi hijo, que solo cuando alguien muere tú puedes describirlo diciendo, fula-no era de tal y tal manera. Solo entonces puedes hacerlo, con la seguridad de que no cambiará.
Fidel, dicho así de manera tan breve, nos ofrece ahora la oportunidad de decir que lo conocimos, afirmar plenamente quién era.
Quienes por casi sesenta años apostaron a que el Comandante variaría sus principios y procedería de manera distinta a la que trazó a su vida y a la de su pueblo, pueden decir ahora: por más que lo trataron de acorralar o convencer, no cambió.
Para los que a través de todo el mundo sintieron el brazo hermano de la solidaridad cubana, en el frente de guerra contra dictadores y gobiernos opresores, en las aulas escolares, en los hospitales, en todos los campos de las ciencias y las tecnologías en que Cuba ha dado mues-tras de lo que es capaz la voluntad de un pueblo, esos beneficiarios de las acciones de un pueblo pequeño, pero grande, testimoniarán con pro-piedad que, ido materialmente, fue, es y será el gran amigo.
De Fidel Castro podrían llenarse páginas de adjetivos para decir a quién conocimos. Valiente, gran estratega, dedicado, solidario, preparado, querido, odiado, admirado, temido, locuaz, cubano, latinoamericano, mundial.
Ningún gobernante en los tiempos modernos ha sido capaz de esparcir sus acciones e influir de manera tan preponderante en un territorio tan grande como lo hizo Fidel. ¡Fidel es inmenso!
Para la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), Primada de América, contar en sus anales con un Doctor Honoris Causa llamado Fi-del Castro Ruz es un orgullo, es un honor. Por sus méritos personales y políticos, esta Universidad, a la cual unen con Cuba vínculos indiscutibles de solidaridad, honrará por siempre su memoria, y su vida servirá de inspiración para continuar la lucha por una República Dominicana cada vez más próspera, libre e independiente. ¡HASTA SIEMPRE, COMANDANTE!
Para una institución cualquiera, acercarse cada año a cinco siglos de existencia debería ser motivo de celebración.
En la Universidad Autónoma de Santo Domingo tenemos que conformarnos con conmemorar los 478 años de la fundación de la Universidad, porque si bien el hecho nos produce gran alegría, la misma no llega a celebración.
Los innegables aportes de esta casi quincuagenaria institución de educación superior, que ha sido faro de luz para tantas generaciones de dominicanos y dominicanas, así como de muchos nacidos en otras tierras, son evidentes.
Su incomparable papel en la formación de los cuadros técnicos y profesionales que a través de los siglos transcurridos desde su establecimiento en 1538 ha contribuido al desarrollo nacional y ha dotado a millares de las capacidades requeridas para ese desarrollo, a través de las disciplinas que han formado parte de su oferta académica.
Hoy son más de noventa las carreras que se ofrecen al nivel de grado y la lista de programas de especialidades y maestrías abarca áreas que corresponden a las nueve facultades con que cuenta la Primada de América.
La función docente de la UASD ha asegurado que el Estado, los gobiernos y los sectores productivos y sociales de la nación hayan podido contar con los cuadros directivos y técnicos para el cumplimiento de sus misiones.
En cuanto a la educación básica, media y superior, ha servido la UASD como formadora de la mayoría de esos docentes con que cuenta el país.
Sin embargo, amargamente hay que expresar que, sin llegar al extremo de arrastrarse, la Universidad languidece, producto de un nivel alarmante de desatención por su patrocinador, que es el Estado Dominicano, a través de sus poderes ejecutivo y Legislativo.
Irrespetando las leyes 5778, sobre Autonomía Universitaria, y la 139-02, sobre Educación Superior, Ciencia y Tecnología, que contemplan ambas el tratamiento presupuestario que debe dársele a la UASD, se mantiene a la misma en un nivel de postración que le impide cumplir cabalmente con sus funciones de docencia, investigación y extensión.
No han valido los reclamos ni la presentación de evidencias sobre la labor que realiza la Universidad con más de 200 mil dominicanas y dominicanos que se preparan en ella, ni las precariedades con que se realiza el trabajo, con un número insuficiente de docentes mal pagados, con instalaciones insuficientes y deterioradas, con falta de tecnologías para una educación moderna, con insuficientes recursos para apoyar el proceso de aprendizaje y la investigación.
Pese a todo, la UASD no perecerá. Su inigualable contribución es requerida para garantizar una educación pública de calidad, Plural, democrática, que asegure la formación universitaria de las clases de menores niveles socioeconómicos, que tienen en ella su principal medio de promoción intelectual y de movilidad social.
Hemos conmemorado este año los 478 años de fundada la Universidad y esperamos poder celebrar sus próximos aniversarios en mejores condiciones que las actuales. La Patria lo necesita y la sociedad dominicana lo tiene que asegurar.
La condición de isleños, territorialmente separados, no implica aislamiento de las corrientes de pensamiento y de los aconteceres académicos de otros pueblos con raíces culturales similares, como son los centroamericanos. Eso ha hecho que la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) haya procurado desde hace años un acercamiento con sus pares gubernamentales de los países que la componen.
En vez de doscientos mil con que cuenta la UASD, es de más de un millón la matrícula de las veintiún universidades que componen el Consejo Superior Universitario Centroamericano y del C aribe (CSUCA), organismo que actualmente preside el doctor Iván Grullón Fernández, en su condición de rector de la UASD.
En virtud de esa alianza, la universidad dominicana ha tenido recientemente la responsabilidad de acoger dos grandes actividades del CSUCA: el otorgamiento en nuestro suelo del Premio a la Excelencia Académica Rubén Darío, en su XI versión, y la celebración de la reunión XXXV de ejecutivos universitarios que forman parte del Consejo Regional de Vida Estudiantil (Conreve).
El Premio a la Excelencia Académica Rubén Darío, instituido desde 2005 honrando la memoria del destacado poeta nicaragüense, reconoce los esfuerzos de el o la estudiante con mayor índice académico de cada una de las universidades que forman el CSUCA.
El marco encantador de la ciudad de Puerto Plata, la Novia del Atlántico, fue el escogido para las dos actividades. Siendo así, la mayor responsabilidad recayó sobre la UASD-Centro Puerto Plata, que conjuntamente con la Dirección de Bienestar Estudiantil tuvo la gran tarea de organizar de manera impecable todo lo ocurrido.
En cuanto al Consejo Regional de Vida Estudiantil (Conreve), este es el organismo perteneciente al CSUCA que integra a los funcionarios que dirigen las vicerrectorías o departamentos de Bienestar Estudiantil de las distintas universidades estatales. En él se garantiza la participación estudiantil, a través del la Federación de Estudiantes Centroamericanos y del Caribe, FEUCA.
Los debates y decisiones tomadas en la reunión del Conreve van a producir, sin dudas, avances importantes en el campo del bienestar estudiantil de ese más de un millón de estudiantes de las universidades de Centroamérica y la República Dominicana.
Por lo pronto, a la Universidad Autónoma de Santo Domingo le ha producido múltiples beneficios, como la oportunidad de demostrar una vez más las excelentes condiciones de los dominicanos como anfitriones, aprender y compartir experiencias con representantes de los otros países del CSUCA y contribuir al cumplimiento de sus responsabilidades como presidente del CSUCA de nuestro rector, el doctor Iván Grullón Fernández y su equipo, formado por los vicerrectores de cada área, así como por el Departamento de Bienestar Estudiantil.
Las tres funciones básicas de la Universidad Autónoma de Santo Domingo son Docencia, Investigación y Extensión. Siendo una de las macro universidades más grandes de América Latina, con sus más de 200 mil estudiantes, la UASD es una institución de educación superior marcadamente docentista.
La función de investigación de la Universidad pasa a veces desapercibida. Por las limitaciones económicas en que se desenvuelve la institución y las precariedades con que en muchas ocasiones se realiza, se llega a pensar que es mínima su actividad. No es así.
De los más de tres mil docentes con que cuenta la UASD hay investigadores e investigadoras con niveles de formación especializada para la investigación, que ostentan grados de maestría y doctorado y que han dedicado su vida a la investigación en las más diversas áreas: Ciencias Naturales, Ciencias Agronómicas y Veterinarias, Ciencias de la Salud, Ciencias Económicas y Sociales, Ciencias Jurídicas y Políticas, Humanidades e Ingeniería y Arquitectura.
Afortunadamente, para paliar la escasez de recursos propios para la investigación universitaria, la Ley 139-01, de Educación Superior, Ciencia y Tecnología, estableció que el presupuesto del Ministerio de Educación Superior, Ciencia y Tecnología (MESCYT) contará con un programa para asignar recursos de manera concursable y competitiva, de carácter no reembolsable para financiar proyectos de investigación e innovación científico-tecnológica en las universidades y los centros de investigación legalmente reconocidos y calificados. Así, se creó el “Fondo Nacional de Innovación y Desarrollo Científico y Tecnológico” (FONDOCYT), que ha permitido a la UASD tener acceso a fondos externos para el financiamiento de proyectos de investigación.
La Vicerrectoría de Investigación y Postgrado, a través de la Dirección General de Investigaciones Científicas y Tecnológicas, coordina actualmente la ejecución de noventa y dos (92) proyectos de investigación a través de las diferentes facultades, de los cuales 70 son financiados por FONDOCYT y 22 con recursos de la propia institución.
En este número de El Universitario se recogen los resultados de dos de las investigaciones. Una trata sobre la categorización de especies bajo amenaza de extinción en tres áreas naturales protegidas y la otra sobre la variabilidad climática y sus efectos en el aumento del nivel del Lago Enriquillo.
Como esas, hay muchas más investigaciones, produciendo en cada caso resultados que contribuyen a la producción de conocimientos científicos y a la solución de problemas concretos de nuestra sociedad, en cumplimiento de una de las funciones fundamentales de la Universidad del Pueblo.
Lola Rodríguez de Tió nació en San Germán, Puerto Rico, el 14 de septiembre de 1843 y murió en Cuba el 10 de noviembre de 1924. En su poema Mi Libro de Cuba escribió que “Cuba y Puerto Rico son de un pájaro las dos alas, reciben flores y balas sobre el mismo corazón... Continúa su verso, para terminar diciendo “Sueña la musa de Lola con ferviente fantasía, de esta tierra y la mía, hacer una patria sola”.
Lo mismo puede decirse de Cuba y Dominicana o de esta y Puerto Rico. Los tres territorios isleños han recorrido siglos de destinos tan parecidos que podrían retirarse los volúmenes de agua que las separan en el mar Caribe y el Océano Atlántico para hacer un solo terruño, sin necesidad de cambiar ni un ápice de sus idiomas, ni costumbres.
Desde la ocupación europea encabezada por los españoles, estos tres terruños han ejercido la solidaridad mutua en muchas ocasiones y aspectos. El ir y venir de pobladores de una a otra ha sido constante. Cuando la situación en una empeora, la otra los recibe y les da pan y trabajo.
En términos de la lucha por la libertad, la educación y la cultura, símbolos destacados de esa hermandad lo representa la conjunción de voluntades de ese banilejo insigne asentado en Montecristi, Máximo Gómez, con José Martí.
Eugenio María de Hostos, de quien los dominicanos nos apropiamos, al punto de conservar en nuestro Panteón Nacional sus sagrados restos, nos llegó como aporte invaluable de Puerto Rico. Sus improntas en la educación y en el civismo están ahí.
No ha habido causa noble defendida por una, que no haya sido respaldada por las otras. De ahí que no sorprende que la República Dominicana haya acogido el VIII Encuentro Continental de Solidaridad con Cuba y que en este esfuerzo haya estado como co-organizador, Puerto Rico, aunque no en Borinquen, en Santo Domingo, que es también su tierra.
Más de veinte países de América y otros rincones del mundo, cerca de quinientos delegados de esos países y centenares más de dominicanos y dominicanas que vivieron durante tres días experiencias de solidaridad con la causa cubana.
Es notable que un encuentro como este haya contado con el respaldo entusiasta de instancias gubernamentales como el Senado de la República y los ministerios de Relaciones Exteriores y de Educación, entre otros. Pero así fue.
La Universidad Autónoma de Santo Domingo, una vez más, demuestra su compromiso con la libertad y la independencia de los pueblos para tomar el camino elegido. De ahí que abriera sus puertas y dispusiera de todos sus recursos para que el Comité Organizador del Encuentro pudiera garantizar la celebración exitosa del programa diseñado y pudiera lograr que los delegados nacionales e internacionales palparan de primera mano el significado de tener una Universidad pública, abierta, orientada hacia el respeto y la defensa de la dignidad humana.
¡Celebremos este nuevo episodio de la solidaridad y hermandad de Cuba, Puerto Rico y la República Dominicana!
En esta misma página de El Universitario encontrarán ustedes, nuestros lectores y lectoras, una columna habitual, que hoy se inicia en una nueva etapa con la publicación de las efemérides, a cargo del Archivo Central de la UASD. Es una contribución que para el periódico y para nuestros seguidores y seguidoras constituye un aporte especial y que demuestra el valor de un buen archivo en la organización, conservación y puesta en servicio del patrimonio documental de una institución en particular y del país en general. En el caso de este archivo universitario, cumple el mismo con las funciones de gestión, de archivo intermedio y archivo histórico.
Nuestro Archivo sirve bien a los funcionarios docentes y administrativos de la institución, a estudiantes y maestros, así como al público en general que requiera de sus servicios. En él aparecen documentos de importancia particular para completar un expediente administrativo, como un documento original único que se ha conservado por la Universidad desde hace cientos de años. Como archiveros y archiveras de vocación, el personal del Archivo Central tiene amor por los documentos y disfruta sirviendo a sus usuarios en la localización y puesta en servicio de su acervo.
Fue con el traslado de la universidad desde su local de la calle Isabel la Católica a la sede actual, en 1948, cuando mediante la Ordenanza 1-48, del 5 de enero de 1948, el archivo se incorporó de manera organizada a la estructura universitaria, creándose una sección en los sótanos del edificio de Ciencias Médicas Doctor Defilló para organizar y atender convenientemente, de acuerdo con los requerimientos de la época y con los más modernos métodos, los ricos archivos universitarios, con el propósito de conservar en expedientes debidamente organizados valiosísima documentación que en él se guardan y que constituyen, puede decirse, un tesoro testimonial de primer orden de la historia de la Universidad Autónoma de Santo Domingo.
Durante el lapso de tiempo transcurrido entre 1948 y la actualidad, el Archivo Central de la Universidad Autónoma de Santo Domingo ha ocupado varios espacios, en espera de contar con un espacio propio, diseñado y equipado para cumplir con sus importantes funciones. Fue designado atinadamente con el nombre del doctor Celso Benavides, quien fue responsable de dirigir su modernización a partir del año 1974.
Para los universitarios y universitarias resultará de gran utilidad conocer en cada número de El Universitario los principales hechos que marcan la vida universitaria y su fecha exacta de ocurrencia. Con esto, se facilitará que hablemos apropiadamente acerca de las principales efemérides que marcan la historia universitaria y se podrá también llegar al final de frecuentes dudas y debates que se dan sobre hechos, fechas y personajes ligados a la Academia.
De igual forma, la contribución del Archivo Central en la difusión de otras efemérides extra universitarias servirá para mantenernos atentos a esas fechas que marcan el desenvolvimiento de la vida nacional a través de la historia.
¡En su importante función de Extensión, el Archivo Central de la UASD llega a nosotros!
Al maestro y la maestra se les tiene como personajes especiales de las sociedades. Todo el mundo recuerda con cariño a su maestro o maestra favorita de la infancia y muchos le confieren a un docente en particular la responsabilidad por haberlos formado en algún aspecto de la vida. A unos les despertaron una vocación, a otros les dieron la confianza para creer en ellos mismos y lanzarse a aventuras intelectuales impensables. En otros pueden descubrirse giros gramaticales y hasta movimientos corporales que les vienen directamente del tiempo compartido con un o una maestra admirada.
Se habla hoy de la calidad del magisterio y se presenta esto como el origen de una gran crisis en la educación, pero se olvida que la sociedad dominicana ha vivido en la educación los mismos altibajos que otros aspectos de la vida republicana, y de mucho antes. Así, de ser el primer territorio americano con una universidad, nuestra Primada de América, abierta al mundo en 1538, pasamos a crisis originadas como sus cierres en varias ocasiones. A finales del Siglo XIX brilla la luz en la educación dominicana con la tea encendida por ese insigne Maestro Eugenio María de Hostos.
Dando saltos en el recorrido por la historia de la educación dominicana se pueden enumerar muchos altibajos, como los sufridos durante la ominosa dictadura de Trujillo, y tiempos después de su desaparición. Es más, hace unos años se llegó al punto de la casi desaparición de las escuelas de formación de maestros y maestras, llegando a ser esa noble ocupación poco atractiva.
Vivimos un nuevo tiempo. Hay demandas por una mejor formación profesoral y exigencia de nuevas destrezas del magisterio. Hay un estudiantado diferente al de todos los tiempos anteriores. Por un lado, se escucha el fenómeno que han provocado las nuevas tecnologías de información y comunicación, que ponen al acceso del alumno toda la información disponible en el mundo, pero por otro, los maestros y maestras nos quejamos de la poca calidad y dedicación de esos alumnos. No leen, no escriben, no atienden, no quieren esforzarse. Seguimos en altibajos.
La Universidad Autónoma de Santo Domingo es la principal institución formadora de docentes de la República Dominicana, con una facultad que acoge más de 20,000 estudiantes de educación en los niveles de grado y postgrado. Ha sido responsable de la formación de la mayoría de los cuadros directivos del Sistema Nacional de Educación, tanto al nivel universitario como a los niveles de educación técnica, básica y media.
Por eso, la UASD se siente orgullosa y regocijada por sus aportes a la educación dominicana. Por eso, cada año selecciona a los Profesores y Profesoras del Año de cada facultad. Reconoce al profesor o profesora del año de toda la universidad, y agradece a todos y todas sus docentes por los esfuerzos realizados durante el año.
En esta ocasión, coincidiendo con las celebraciones del Día del Maestro y la Maestra, la UASD rindió tributo a esos nueve profesores y profesoras cuyas facultades escogieron como sobresalientes en su trabajo durante el año 2015. En el acto de premiación se reconoció a Sonia Díaz Inoa, Fernando López Terrero, Arlene Damaris González de la Cruz, Luis Carvajal Núñez, Plinio Chahín, Dominga Lapaix Tapia, Magaly Núñez Saint-Hilaire, Rafael A. Durán Rodríguez y Silverio González Camacho, a quien se le otorgó también la designación de “Profesor del Año 2015” de la Universidad en general.
De igual forma, en el acto recibieron sus diplomas por haber sido promovidos a profesores titulares el maestro Héctor Luis Martínez, actual Secretario General de la Universidad y el maestro Carlos Manuel Rodríguez Peña.
La UASD ha contribuido y seguirá contribuyendo efectivamente al logro de una educación cada vez más pertinente, más avanzada, y sobre todo, basada en los valores que nos identifican como pueblo, defendiendo la dominicanidad y contribuyendo a la formación de una sociedad donde se garanticen los derechos y oportunidades de todos los dominicanos y dominicanas.