EDITORIAL
Lola Rodríguez de Tió nació en San Germán, Puerto Rico, el 14 de septiembre de 1843 y murió en Cuba el 10 de noviembre de 1924. En su poema Mi Libro de Cuba escribió que “Cuba y Puerto Rico son de un pájaro las dos alas, reciben flores y balas sobre el mismo corazón... Continúa su verso, para terminar diciendo “Sueña la musa de Lola con ferviente fantasía, de esta tierra y la mía, hacer una patria sola”.
Lo mismo puede decirse de Cuba y Dominicana o de esta y Puerto Rico. Los tres territorios isleños han recorrido siglos de destinos tan parecidos que podrían retirarse los volúmenes de agua que las separan en el mar Caribe y el Océano Atlántico para hacer un solo terruño, sin necesidad de cambiar ni un ápice de sus idiomas, ni costumbres.
Desde la ocupación europea encabezada por los españoles, estos tres terruños han ejercido la solidaridad mutua en muchas ocasiones y aspectos. El ir y venir de pobladores de una a otra ha sido constante. Cuando la situación en una empeora, la otra los recibe y les da pan y trabajo.
En términos de la lucha por la libertad, la educación y la cultura, símbolos destacados de esa hermandad lo representa la conjunción de voluntades de ese banilejo insigne asentado en Montecristi, Máximo Gómez, con José Martí.
Eugenio María de Hostos, de quien los dominicanos nos apropiamos, al punto de conservar en nuestro Panteón Nacional sus sagrados restos, nos llegó como aporte invaluable de Puerto Rico. Sus improntas en la educación y en el civismo están ahí.
No ha habido causa noble defendida por una, que no haya sido respaldada por las otras. De ahí que no sorprende que la República Dominicana haya acogido el VIII Encuentro Continental de Solidaridad con Cuba y que en este esfuerzo haya estado como co-organizador, Puerto Rico, aunque no en Borinquen, en Santo Domingo, que es también su tierra.
Más de veinte países de América y otros rincones del mundo, cerca de quinientos delegados de esos países y centenares más de dominicanos y dominicanas que vivieron durante tres días experiencias de solidaridad con la causa cubana.
Es notable que un encuentro como este haya contado con el respaldo entusiasta de instancias gubernamentales como el Senado de la República y los ministerios de Relaciones Exteriores y de Educación, entre otros. Pero así fue.
La Universidad Autónoma de Santo Domingo, una vez más, demuestra su compromiso con la libertad y la independencia de los pueblos para tomar el camino elegido. De ahí que abriera sus puertas y dispusiera de todos sus recursos para que el Comité Organizador del Encuentro pudiera garantizar la celebración exitosa del programa diseñado y pudiera lograr que los delegados nacionales e internacionales palparan de primera mano el significado de tener una Universidad pública, abierta, orientada hacia el respeto y la defensa de la dignidad humana.
¡Celebremos este nuevo episodio de la solidaridad y hermandad de Cuba, Puerto Rico y la República Dominicana!