EDITORIAL
Al maestro y la maestra se les tiene como personajes especiales de las sociedades. Todo el mundo recuerda con cariño a su maestro o maestra favorita de la infancia y muchos le confieren a un docente en particular la responsabilidad por haberlos formado en algún aspecto de la vida. A unos les despertaron una vocación, a otros les dieron la confianza para creer en ellos mismos y lanzarse a aventuras intelectuales impensables. En otros pueden descubrirse giros gramaticales y hasta movimientos corporales que les vienen directamente del tiempo compartido con un o una maestra admirada.
Se habla hoy de la calidad del magisterio y se presenta esto como el origen de una gran crisis en la educación, pero se olvida que la sociedad dominicana ha vivido en la educación los mismos altibajos que otros aspectos de la vida republicana, y de mucho antes. Así, de ser el primer territorio americano con una universidad, nuestra Primada de América, abierta al mundo en 1538, pasamos a crisis originadas como sus cierres en varias ocasiones. A finales del Siglo XIX brilla la luz en la educación dominicana con la tea encendida por ese insigne Maestro Eugenio María de Hostos.
Dando saltos en el recorrido por la historia de la educación dominicana se pueden enumerar muchos altibajos, como los sufridos durante la ominosa dictadura de Trujillo, y tiempos después de su desaparición. Es más, hace unos años se llegó al punto de la casi desaparición de las escuelas de formación de maestros y maestras, llegando a ser esa noble ocupación poco atractiva.
Vivimos un nuevo tiempo. Hay demandas por una mejor formación profesoral y exigencia de nuevas destrezas del magisterio. Hay un estudiantado diferente al de todos los tiempos anteriores. Por un lado, se escucha el fenómeno que han provocado las nuevas tecnologías de información y comunicación, que ponen al acceso del alumno toda la información disponible en el mundo, pero por otro, los maestros y maestras nos quejamos de la poca calidad y dedicación de esos alumnos. No leen, no escriben, no atienden, no quieren esforzarse. Seguimos en altibajos.
La Universidad Autónoma de Santo Domingo es la principal institución formadora de docentes de la República Dominicana, con una facultad que acoge más de 20,000 estudiantes de educación en los niveles de grado y postgrado. Ha sido responsable de la formación de la mayoría de los cuadros directivos del Sistema Nacional de Educación, tanto al nivel universitario como a los niveles de educación técnica, básica y media.
Por eso, la UASD se siente orgullosa y regocijada por sus aportes a la educación dominicana. Por eso, cada año selecciona a los Profesores y Profesoras del Año de cada facultad. Reconoce al profesor o profesora del año de toda la universidad, y agradece a todos y todas sus docentes por los esfuerzos realizados durante el año.
En esta ocasión, coincidiendo con las celebraciones del Día del Maestro y la Maestra, la UASD rindió tributo a esos nueve profesores y profesoras cuyas facultades escogieron como sobresalientes en su trabajo durante el año 2015. En el acto de premiación se reconoció a Sonia Díaz Inoa, Fernando López Terrero, Arlene Damaris González de la Cruz, Luis Carvajal Núñez, Plinio Chahín, Dominga Lapaix Tapia, Magaly Núñez Saint-Hilaire, Rafael A. Durán Rodríguez y Silverio González Camacho, a quien se le otorgó también la designación de “Profesor del Año 2015” de la Universidad en general.
De igual forma, en el acto recibieron sus diplomas por haber sido promovidos a profesores titulares el maestro Héctor Luis Martínez, actual Secretario General de la Universidad y el maestro Carlos Manuel Rodríguez Peña.
La UASD ha contribuido y seguirá contribuyendo efectivamente al logro de una educación cada vez más pertinente, más avanzada, y sobre todo, basada en los valores que nos identifican como pueblo, defendiendo la dominicanidad y contribuyendo a la formación de una sociedad donde se garanticen los derechos y oportunidades de todos los dominicanos y dominicanas.