SIN SABER DE LETRAS
Hace un tiempo, viví una situación difícil en el lugar donde trabajaba. En esa ocasión hube de encontrarme con un capitán de la Marina recientemente casado con una compañera de trabajo. Ese oficial fue compañero de promoción de uno de mis cuñados en la academia.
Al tener tanto tiempo sin vernos, nuestro saludo se extendió. Por mala suerte, nos encontramos justo cuando por nuestro lado pasaba uno de los dos subdirectores recién nombrados en la institución. Ese funcionario entendió que estábamos en el pasillo más tiempo del debido, devolviéndose para recriminarme de mala forma.
La reacción del capitán no se hizo esperar y se puso en posición firme y se colocó la mano en su frente en señal de atención, acercándose a él diciendo fuertemente, ¡Señor! ¡Si señor! ¡Señor! ¿Algo más Señor? Repitiendo varias veces la frase.
El mencionado subdirector enfrentó “la osadía” del extraño diciendo “voy a llamar a la seguridad para sacarlo del edificio”. Estas palabras fueron desafiadas con otra indicación ¡hágalo para ver, señor, cuál de los dos será el que saldrá del edificio!
El funcionario se quedó sin palabras y terminó entrando al despacho principal.
A los pocos minutos recibí la orden de presentarme ante el director. Luego de explicarle lo aquí descrito, él se paró de su asiento y me dijo: ¿qué le pasa a la gente cuando tiene poder? El respeto es lo último que se debe perder, vete a tu oficina y olvida lo sucedido.