Durante el primer gobierno del PLD, muchas personas que militaban en ese partido llegaron a cargos que les permitieron ascender socialmente, como es el caso de Jose Pérez, abogado de profesión y maestro de toda la vida.

Después de varios años en el puesto de dirección que ocupaba en el gobierno, compró un carro y luego se mudó en un apartamento financiado que lo sacó del barrio. Tío Jose, como cariñosamente le llamábamos, cambió su forma de vestir, empezó a frecuentar lugares que siempre quiso visitar hasta completar un largo etcétera. Sin embargo, todos sabemos que hay costumbres y tradiciones muy difíciles de cambiar.

En una ocasión visitamos el pueblo natal de la familia Pérez. Como era de costumbre, salimos a dar una vuelta en el lugar, pasada la media noche, nos encontramos con unas amigas que el tío, para lucírsela, invitó a cenar. Como era un pueblo pequeño, para cenar sólo estaban disponible las frituras. Después de un largo análisis, llegamos al lugar seleccionado, ya que nadie se atrevía a pedir antes que lo hiciera el anfitrión, aquel le pidió cortésmente al friturero que le sirviera “Labios de cerdo”.

El friturero no entendió la finura y preguntó en voz alta: —¿Usted lo que quiere es hocico de puerco? Todos los que estábamos allí no podíamos controlar la risa, mientras el querido tío argumentaba su falsa postura ante unas mujeres que quizás nunca más volvería a ver en su vida.