SIN SABER DE LETRAS
La cobardía, que no era su asunto, es asunto de los hombres, no de los amantes y tanto nos amaste que enfrentaste con furia tu dolor final para no mostrar tu debilidad. A pesar de todo la tomé en mis brazos y la cargué. Los amores cobardes no llegan a amores, ni a historias, ni llegan a nada; se quedan allí. Una mujer innombrable huye como una gaviota y yo allí ante ella sin poder hacer nada más que aceptar que se marchaba.
El cuarto se quedó lleno de ti, de tu fragancia, las lágrimas de Noris impacientaban la espera, blasfemo una nota y apago el reloj. No transcurra implacable aniquilador de ilusiones, no transcurra que se muere mi madre...
Una mujer con sombrero, como un cuadro del viejo Chagall, corrompiéndose al centro del miedo y yo que no soy bueno, me puse a llorar, pero entonces lloraba por mí. Hoy lloro por no estar tú aquí. Siempre te recordaré luchando, amando y con aquel relatar de historias que hoy me hacen hijo orgulloso de una mujer campesina.