SIN SABER DE LETRAS
Yo, siendo apenas un niño, recuerdo haber escuchado a mi padre, que era camarero en un restaurante donde trabajaba hasta la media noche, decirle a mi madre, cuando llegó: “es increíble que un hombre tan joven y fuerte se haya muerto tan fácilmente”. Al día siguiente, programado el sepelio para las cuatro de la tarde, al rededor de las tres de la tarde, ya cuando todos se disponían a salir con el entierro, Kaká se paró del ataúd, creando una enorme confusión en los ahí presentes.
Para que contarles las épicas corridas, la desesperación colectiva, estampida, gritos de desesperación y rasguños producidos por dos cuerdas de alambre que dividían el patio de la casa con el camino, si basta con decir que todavía después de tanto tiempo la gente al ver pasar a Kaká murmuran entre los dientes ...ahí va el hombre, que vivió dos veces.