Polanco Melo se expresó en esos términos al dictar la conferencia “La Universidad Autónoma de Santo Domingo, Un Modelo de Universidad Pública para la República Dominicana”, en el marco del seminario internacional “La Universidad del siglo XXl: Postgrado, Modernización y Digitalización”, desarrollado en la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales.
El evento es auspiciado por la UASD, en coordinación con el Ministerio de Educación Superior, Ciencia y Tecnología (MESCyT) y la Universidad de Alcalà, y contó con la participación de exponentes nacionales e internacionales.
La doctora Polanco, durante su exposición, estableció que la entidad que representa se ha desempeñado en toda su historia al amparo de tres modelos de universidades: Universidad Colonial, Universidad Napoleónica y el Modelo de Córdoba.
Puntualizó que el Modelo de Córdoba es el que en la actualidad rige las actuaciones de la academia, aunque consideró que ésta se encamina a transformarse en otro modelo más acorde con los tiempos en que vive la sociedad.
Analizó la trayectoria histórica de las universidades públicas en América Latina, al tiempo de manifestar que los antecedentes de las entidades de estudios superiores de la región permiten obtener grandes conocimientos por sus aportes, alcance y repercusión.
Resaltó que las universidades introducidas en Hispanoamérica por la Corona de España en la primera mitad del siglo XVI, han sido instituciones fundamentales para la evolución y el desarrollo de las sociedades latinoamericanas.
La principal funcionaria de la UASD manifestó que la educación superior, como ocurriera en muchas ocasiones en el transcurso de su historia, está viviendo un proceso de transformación estimulado por los cambios que experimentan las diversas realidades nacionales.
Destacó que actualmente el desarrollo a escala mundial tiene manifestaciones peculiares en América Latina y el Caribe, cuyos gobiernos, avanzada la segunda mitad de este Siglo, entre otras iniciativas y en términos generales, han venido revisando el rol del Estado y reduciendo sus magnitudes y funciones, aplicando políticas macroeconómicas de ajuste estructural, abriendo sus economías y profundizando múltiples iniciativas de integración económica de alcance subregional y regional.
Precisó que en el seno de las universidades se formaron no sólo las personalidades académicas y políticas que sostuvieron las estructuras coloniales y republicanas que ejercieron, sucesivamente, el poder político en la región, sino también los intelectuales que favorecieron el ingreso y el desarrollo de ideas renovadoras que, muchas veces, culminaron en la sustitución de los gobiernos y en la transformación de las estructuras económicas y sociales de las naciones independizadas.
Destacó que la autonomía institucional y la libertad de cátedra permitieron que las universidades se fueran convirtiendo, como lo afirma Jorge Ares Pons (1995), en “un ámbito destinado al cultivo del conocimiento en su más amplia acepción, donde la reflexión crítica epistemológica y ética sobre ese mismo conocimiento, sobre su aplicación social, sobre sí mismas y sobre la sociedad en su conjunto, constituyen las tareas esenciales”.
Enfatizó que a partir de los años ochenta, junto con la restauración de la democracia en la mayoría de los países de América Latina y el Caribe, se fue extendiendo por toda la región un debate sobre la educación superior que ha permitido visualizar, entre otras, las siguientes tendencias: la notable expansión de la matricula estudiantil, la restricción relativa de la inversión pública en el sector.
Además, la rápida multiplicación y diversificación de las instituciones dedicadas a impartir distintos tipos de educación postsecundaria, la creciente participación del sector privado en la composición de la oferta educativa y el progresivo alejamiento del Estado de sus responsabilidades en el financiamiento y la regulación de la educación superior.
Expresó que sumándose al panorama brevemente expuesto, los efectos observados en la región como producto del proceso de globalización, de las trascendentes consecuencias de la revolución científico-tecnológica, y de la creciente presión de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, ha creado una situación análoga a la descrita por Federico Mayor, director general de la UNESCO.
Agregó que Mayor, en 1995, analizaba el problema a escala mundial diciendo que: “en los umbrales de un nuevo siglo y de un nuevo milenio, somos testigos del extraordinario desarrollo de la enseñanza superior y comprendemos cada vez mejor su importancia vital para el desarrollo económico y social. Pero la educación superior se encuentra en crisis prácticamente en todos los países del mundo”.