La Máxima Autoridad de la Primera Universidad del Nuevo Mundo aseguró que aunque ya este ejemplar comunicador y maestro no esté físicamente, su legado seguirá vivo; por las huellas que deja como informador honesto, crítico, reflexivo y riguroso, cuyos comentarios y opiniones se constituían en referencia para todos.
Destacó que Molina Morillo contribuyó en la formación de nuevos profesionales del área, porque impartió docencia en la entonces Escuela de Periodismo de esa Academia Estatal Dominicana y posteriormente dirigió la de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Católica de Santo Domingo (UCSD).
Asimismo, resaltó que el brillante profesional dedicó su vida al periodismo, oficio que adoptó como un verdadero sacerdocio, actuando siempre con lealtad y en consonancia con la ética y los mejores intereses de la nación, por lo cual su muerte representa una gran pérdida no solo para sus familiares y colegas, sino para la sociedad dominicana.
A la hora de su muerte, el veterano comunicador, quien también cursó la carrera de Derecho, se desempeñaba como director periódico “El Día”, medio en cuya versión impresa publicaba la columna “Buenos días”.
Durante su fructífera vida profesional recibió el Premio Nacional de Periodismo, otorgado por el Ministerio de Educación y el Colegio Dominicano de Periodistas (CDP) y en la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) ocupó los cargos de presidente y primer vicepresidente.
Dirigió la segunda etapa de la revista ¡Ahora!, fue productor del programa radial “Los buenos días de Molina Morilla”, por Zol 106.5 FM, se desempeñó como presidente de la Comisión de Libertad de Prensa y fue fundó el Centro para la Libertad de Expresión en República Dominicana.
Además, dirigió los diarios Listín Diario y Última Hora, el primero desde agosto de 1997 al febrero del 2000, y el segundo desde 1991 a 1995. También fue de los primeros miembros y posteriormente directivo de la Fundación de la Orquesta Sinfónica Nacional desde 1984 hasta 1987.
Como aportes bibliográficos deja las obras “La prensa y la ley en Santo Domingo”, “Gloria y repudio, biografía de Pedro Santana” (1959) y “Personalidades dominicanas 1992-1993” e incursionó la diplomacia, donde ocupó los cargos de embajador en Estados Unidos y Canadá, cónsul general en Panamá y consejero de la embajada dominicana en México, en otros.