SIN SABER DE LETRAS
Mi abuelo acaba de cumplir 95 años de vida y gracias a Dios, y aunque padeciendo de cierta enfermedad que lo mantiene atado a una silla de ruedas, mantiene intacto su sentido del humor, su buena memoria y su pasión por el dominó. Tiburcio Muñoz, apodado Neney, es como todo hombre de campo un tipo sereno, amable, honrado y trabajador.
Tanto así que aún sostenemos grandes conversaciones sobre lo que se debe o no hacer en unas 20 tareas de tierra que les pertenecen, pero que por asunto de edad manejan sus hijos. Recientemente en Cotuí, durante mi última visita a Papá Neney, como ya todos le llaman, conversamos sobre su juventud. Lleno de ímpetu y con la tronante voz que le caracterizan me relató como era su vida de mozalbete.
-Yo era así mismo como usted, alto, apuesto, elegante y muy sociable. Conocí todo mi país cuando pude e hice todo lo que me propuse hacer. Que agradable escuchar estas vivencias y que bueno fue dedicarme a escuchar a la persona que representa la esencia misma de mi familia y que bueno fue reencontrarnos mi abuelo y yo.