EDITORIAL
Sin embargo me gustaría mencionar una en particular. Una tarde, mi hermano, mi primo y yo, visitamos el Mirador Sur. Juro que siempre la suerte estaba de su lado, por casualidad el primo encontró una caja de fósforos húmeda, extremadamente deteriorada, con un solo palito dentro, al lado de una pila de yerba seca.
Tomó la caja, sacó el palito, lo encendió, lo tiró a la pila y rían, el fuego del siglo. La altura de las llamaradas y el humazo que ahí se armó eran impresionantes. Un señor que en las proximidades de nosotros se ejercitaba, mientras se alejaba del lugar nos decía: “apaguen ese fuego... váyanse de aquí...”. Intentamos apagarlo, pero como dije, la suerte siempre estaba de su lado, todo era en vano. Recientemente me encontré con el primo travieso, quien en la actualidad es representante de una cadena de hoteles en el país y se ha convertido en todo un ejemplo a seguir, centrado y exitoso.
En ese encuentro hablamos, por supuesto, de todo, especialmente de las travesuras de la infancia, donde las anécdotas, sonrisas y grandes carcajadas estuvieron a la orden del día. “