DEPORTES

Fidel Mejía Ramírez, tributo póstumo a un gran exponente deportivo Uasdiano

Lunes, 23 Octubre 2017 14:06 Visto 30858 veces

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“Quiero escarbar la tierra con los dientes, quiero apartar la tierra parte a parte a dentelladas secas y calientes. Quiero minar la tierra hasta encontrarte y besarte la noble calavera y desamordazarte y regresarte”.

Por: Domingo Batista

 

Las anteriores, corresponden a las estrofas diez y once de las 16 que conforman el emblemático poema “Elegía” que, con gran dolor y admiración, escribiera el mundialmente famoso literato español Miguel Hernández, en enero de 1936.

Su inspiración de esa ocasión fue para testimoniar su eterna amistad y dolor por el deceso de José Ramón Marín Gutiérrez (Ramón Sijé) en el pueblo de Orihuela, pueblo de donde eran nativos.

En el 1972, el cantante Joan Manuel Serrat hizo un excelente trabajo y musicalizó Elegía para que todos aquellos nobles corazones que perdiesen a un ser querido se inspiraran en esa pieza literaria y recitaran sus preciosos versos, como un elocuente tributo a ese caído compañero sin par.

Tal vez, invocando esa melancólica manifestación poética íntima, centenares de personas dieron el último adiós a un ser humano que supo cultivar la solidaridad, humildad, honestidad y buena disciplina.

Esa figura inolvidable fue un pelotero aficionado que las luces y fama de las Grandes Ligas no lo hicieron torcer su vocación de servicio a favor de la humanidad desde un consultorio o el quirófano.

Cuando despuntaba el alba correspondiente al pasado 14 de junio, Fidel Mejía Ramírez –un portento de los ideales sanos en nuestra sociedad- expiró físicamente mientras recibía asistencia en la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Plaza de la Salud.

Mejía Ramírez, fenecido el día en que cumplía 68 años, se destacó como un gran defensor de los Derechos Humanos y un deportista a carta cabal.

Defendió con gallardía y decoro los colores atléticos de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), Liga Deportiva La Javilla y del equipo Meteoro, en los torneos de beisbol aficionado del Distrito Nacional.

Nunca se arredró en los tiempos en que las diferentes instancias uasdianas solicitaban la integración de la colectividad deportiva para exigir un mayor presupuesto en los diferentes escenarios del músculo y la mente en que veían acción.

Su participación en los eventos deportivos nacionales e internacionales se caracterizó por la destreza que exhibía con el guante como torpedero, convirtiéndose en el innegable mejor defensor amateur dominicano de todos los tiempos en la muy difícil posición número seis del beisbol.

Su calidad fue tal que, por espacio de unos diez años, era el insustituible shortstop de la selección nacional de esa disciplina.

Cabe destacar que su guante y bate estuvieron en la conquista de medallas de oro, plata y bronce en Juegos Panamericanos Universitarios, Centroamericanos y del Caribe y los Juegos Panamericanos en la exclusiva categoría superior.

Integró el exclusivo grupo de peloteros aficionados que hizo caso omiso a las ofertas de diferentes escuchas de Grandes Ligas, quienes (para esa época) andaban con las árganas repletas de pesos.

Fidel, estimado como uno de los más disciplinados atletas del país, prefirió seguir su carrera de doctor en medicina en la UASD y tener una especialidad de ortopedista.

Después de ser profesional, se dedicó a los menesteres sindicales, alcanzando el cargo de presidente de la entonces Asociación Médica Dominicana, hoy Colegio Médico Dominicano.

De igual manera, fue decisiva su participación en la Presidencia del Comité Organizador de los Juegos Nacionales de Monte Plata, en el 2006, su adoptiva provincia, debido a que había nacido en San Pedro de Macorís.

Fue elevado al Pabellón de la Fama del Deporte Dominicano, pasando a ser un eterno morador de la inmortalidad atlética nacional.

Como supo fehacientemente cultivar lazos amistosos con los diferentes segmentos de la sociedad entera y –en agradecimiento a su bonhomía sincera- centenares de personas se dieron cita en el Cementerio Jardín Memorial para darle una emotiva despedida.

Con su buen desempeño como torpedero en los eventos nacionales y  del exterior, mereció que –justicieramente- el emblemático editor deportivo del periódico Listín Diario lo apodara como “Guantecito de Oro”. A los pocos años de retirarse como atleta, el ejemplo académico y atlético ascendió a la más alta expresión del quehacer del músculo y la mente en la República Dominicana.

Antes de bajar a su última morada, el doctor Mejía Ramírez recibió, en el Salón de los Pasados Presidentes del Colegio Médico, la guardia de honor de sus colegas, ex rectores de la UASD, ministros y dirigentes de la pirámide olímpica nacional.
Fidel recibió –con ese adiós- un gran reconocimiento a su talento como deportista y a su entrega y sacrificio por las mejores causas del pueblo dominicano en todas sus vertientes, y de la primera universidad fundada en el continente americano.

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