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Y hoy, martes como siempre es la muerte, al mirar a la pared, noté el gran vacío. El artista ya había huido hacia la nada de los recuerdos. Jamás de los olvidos escapan los viejos amores. Por momento inundaba el ambiente la fragancia del sándalo y las lágrimas siempre son necias, como las moscas, impedían ver con claridad ese vacío que volaba por dentro, para traernos la gelatina de una imagen.
Todo estaba fuera de foco y se me paraba el respiro y una bola de dolor me impedía pensar. Se nos marchan uno a uno esos seres que amamos. Y nos vamos quedando, quizás no solos, pero si llenos de dolor, angustias e incertidumbres. Nos angustia esa incertidumbre de saber si ha valido la pena todo este amor.
Todas esas labores sobre los lienzos infinitos de las almas. Si valieron los besos y los abrazos. Aquiles, el talón izquierdo de mi corazón, hoy duele más que nunca. En cada trazo del pincel, la plumilla, el carboncillo, el pastel, o simplemente sus mágicos dedos, quedaban rastros de su alma desgarrada. Vuelan los seres como Aquiles como dientes de león hacia las nubes.
Sus últimos trazos sobre el aire y las nubes nos recuerdan su bondad, su fina ternura, su eterna pasión por lo simple y los humildes.