Los bachilleres egresados de nuestros mejores liceos y politécnicos públicos están capacitados para proseguir sus estudios de grado en cualquier universidad de aquí o del exterior, como lo prueba el hecho de que, en la actualidad, tres mil de ellos cursan estudios de grado y de postgrado en universidades norteamericanas, españolas, francesas, coreanas, y de otras latitudes, becados por el Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología, sin que, hasta ahora, a ninguno le haya sido cancelada la beca por mala conducta o por bajas calificaciones.
Según un estudio de clasificación de los centros educativos (ranking) de todo el país realizado por la Fundación Pensar y Crecer (FUNDEN) que preside el exministro de Educación Melanio Paredes, las escuelas, liceos y politécnicos públicos conforman el 75% entre los cien mejores centros educativos del país. Sorprendió a muchos el hecho de que, según la indagatoria señalada, una escuela pública localizada en un apartado municipio de la provincia de Puerto Plata ocupara el primer lugar en el ranking de la FUNDEN, y que fuera considerada por los de esa organización como la escuela de mejor desempeño en las Pruebas Nacionales, muy por encima del desenvolvimiento académico de todos los colegios de altos estándares de aquí, cuyo costo de matriculación alcanza los miles de dólares.
Es harto sabido que, en materia de dominio del contenido de lo que se enseña, y de las técnicas empleadas para hacerlo, los maestros de escuelas públicas están mucho más calificados que los docentes de colegios privados. Y, que la generalidad de las escuelas, liceos y politécnicos públicos dispone de mejores infraestructuras y equipos de laboratorios que las de los establecimientos privados. Pero, a pesar de todas esas bondades que nosotros les atribuimos a los establecimientos públicos de enseñanza, debemos de admitir que en el imaginario de muchas gentes de clase media, escuela pública es sinónimo desastre y colegio de bondades. Esto ha dado lugar a que muchos padres de familias de medianos ingresos, y hasta de familias que viven en la pobreza, prefieran enviar sus hijos a colegios privados, en vez de matricularlos en las escuelas públicas a las que nos referimos. Esto no sucediera si el Ministerio de Educación difundiera más las labores y quehaceres de las escuelas adscritas a las universidades; las de liceos como el Panamericano, el Estados Unidos; las de los politécnicos como el Loyola, el Víctor Estrella Liz, el Femenino de Cristo Rey; el Instituto de Formación Máximo Gómez; el Instituto Tecnológico de las América; el recién inaugurado Colegio Comunitario, entre muchísimos otros. O si los pequeños burgueses del patio pudieran entender que las clases son las clases y el recreo es el recreo. Si llegaran a entenderlo no emplearían sus menguados recursos en gastos innecesarios como el pago por un servicio que el Estado dominicano ofrece gratis junto a otros como el desayuno escolar y la entrega de libros de texto.
El presidente de la Asociación de Instituciones Privadas se queja de que el Ministerio de Educación “conquista a sus maestros para el sector público con salarios que para competir en el mercado obligaría a los colegios privados a aumentar la tarifa” pasando por alto el hecho de que los profesores que laboran en las escuelas públicas, además de disponer de mejores salarios, tienen su vejez asegurada y, sobre todo, disfrutan de la libertad de asociarse para defender sus derechos. A ellos nos referiremos en la próxima entrega.