Por: Jesús De la Rosa
Miguel Ángel Hernando Ramírez, coronel del Estado Mayor del Ejército Nacional, entendió que había llegado la hora de deshacerse de una vez y para siempre del gobierno de facto del Triunvirato. Decidió fijar para el martes 27 de abril de 1965 el inicio de un levantamiento militar con el propósito de reinstalar de nuevo en el poder al depuesto presidente Juan Bosch y declarar vigente la Constitución de 1963. La asonada habría de comenzar en el Campamento 16 de agosto, sede de la poderosa Cuarta Brigada, a las 5 horas de la madrugada de ese día.
El sábado 24 de abril parecía un día como otro cualquiera de los vividos en esos años. Los periódicos Listín Diario y El Caribe publicaron en sus primeras páginas, y en grandes titulares, la noticia de que el Consejo Universitario de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) responsabilizaba al gobierno de facto del posible fracaso de la reforma universitaria, al tiempo que le exigía el pago de las deudas del Estado con la Universidad Primada y que se le diera fiel cumplimiento a la Ley 5778 que disponía que el Estado dominicano financiara a la UASD con un subsidio anual no menor al 5 por ciento del Presupuesto Nacional. También, esos dos matutinos se hacían eco de noticias referentes a unos incendios forestales causados por una sequía que para esa época estaba azotando el país. Pero ese día, en el Campamento Militar 16 de agosto ocurrió un hecho inesperado: el entonces jefe de Estado Mayor del Ejército Nacional, general de brigada Marcos Rivera Cuesta, cumpliendo órdenes del gobierno del Triunvirato, ordenó el arresto de un grupo de oficiales de ese recinto de quienes la inteligencia militar sospechaba que estaban involucrados en actividades subversivas. El general jefe del Ejército dispuso la conducencia a su despacho en calidad de presos al teniente coronel Giovanni Gutiérrez, al mayor Eladio Ramírez y al teniente Rafael Noboa Garnes, sin sospechar que los tentáculos de una conspiración en marcha llegaban hasta su entorno. La reacción de los demás implicados no se hizo esperar. Cumpliendo órdenes expresas del coronel Hernando Ramírez, el capitán Mario Peña Taveras, de la oficina administrativa de la Jefatura de Estado Mayor del Ejército Nacional, secundado por el personal alistado de esa dependencia, irrumpió, ametralladora en mano, a la oficina del general Rivera Cuesta y detuvo a este y a los coroneles Trifilio Estévez, Maximiliano Ruiz Batista, Pompeyo Ruiz Serrano y al mayor Rafael García Tejada, miembros del Estado Mayor. Así lo recordaba el general Marcos Rivera Cuesta:
La mañana del 24 de abril de 1965 me llamó al Palacio Nacional el presidente del Triunvirato Donald Reid Cabral y me expresó que tenía informes de un grupo de militares estaban preparando una conspiración en el Campamento 16 de agosto en contra del gobierno, y me dio los nombres del teniente coronel Giovanni Gutiérrez, el mayor Eladio Ramírez y el primer teniente Rafael A. Noboa G. Yo andaba con el coronel Rafael Nivar Ledesma, quien le insinuó al Dr. Reid Cabral las cancelaciones de esos oficiales; me opuse a esas cancelaciones porque sabía que el número de conspiradores era mucho mayor y porque sabía que esas cancelaciones no iban a resolver el problema favorablemente, pero el coronel Nivar Ledesma convenció al Dr. Reid Cabral de que se debía cancelar a dichos oficiales. De ahí me fui con el coronel Nivar Ledesma a su oficina de la Intendencia General del Ejército Nacional y de allí llamé por teléfono al Subjefe de Estado Mayor, E.N. coronel Ruiz Batista, y le ordené que llamara a esos oficiales y les informara que de orden del presidente del Triunvirato sus respectivos nombramientos quedaban cancelados a partir de la fecha y que, si tenían algo que alegar que me esperaran en mi oficina. Llegué a la oficina más o menos a las 12:30 p.m. y de inmediato me dispuse a conversar con cada uno de los oficiales por separado con el propósito de que negaran la veracidad del informe, para volver donde el Dr. Donald Reid Cabral a pedirle la revocación de la medida, porque yo no estaba de acuerdo con las cancelaciones. En mi afán por conseguir que los oficiales me negaran sus propósitos conspirativos, se presentó un grupo de cabos y sargentos armados de ametralladoras, inmediatamente después llegó el capitán Peña Taveras y me hicieron preso conjuntamente con los coroneles Trifilio Estévez, Maximiliano Ruiz Batista, Pompeyo Ruiz Serrano y el mayor García Tejada, del Ejército Nacional, miembros del Estado Mayor y quienes se encontraban en sus respectivas oficinas. De ahí nos llevaron al Campamento 16 de Agosto en el kilómetro 7 y medio de la misma carretera y de ahí a una habitación del Palacio Nacional donde quedé detenido.
Después de haber apresado al Jefe del Ejército y a los miembros de su Estado Mayor, los militares sublevados maniobraron con energía y decisión apoderándose de dos importantes recintos militares, los Campamentos 16 de Agosto y 27 de Febrero. A la 1:30 p.m. de ese mismo día, la voz del doctor José Francisco Peña Gómez tronaba en el programa radial Tribuna Democrática que se trasmitía a esa hora por la emisora Radio Comercial, anunciando el inicio de una revuelta militar para deponer el gobierno de facto del Triunvirato.
Una hora después, oficiales sublevados irrumpieron en Radio Televisión Dominicana para transmitir un comunicado en el que daban a conocer sus propósitos. El espectáculo de esa tarde era impresionante. Camiones transportando militares sublevados y guaguas del transporte público recorrían las principales arterias de la ciudad de Santo Domingo vitoreando la Constitución de 1963 y demandando la vuelta al poder del depuesto presidente Juan Bosch.
Alrededor de las 5 de la tarde del sábado 24 de abril tuvieron lugar los primeros combates entre tropas sublevadas del Ejército Nacional y militares y policías leales al Triunvirato. Una compañía de soldados rebeldes comandada por el capitán Héctor Lachapelle, teniendo como comandantes de pelotones al alférez Jesús de la Rosa (quien suscribe) y al teniente José Noboa Garnes, se enfrentó por los alrededores de la televisora oficial a tropas de caballería de la Policía Nacional, registrándose muchas bajas entre las fuerzas de orden público. La irrupción de tropas de infantería del Centro de Enseñanza de las Fuerzas Armadas (CEFA), apoyadas por el coronel José de Jesús Morillo López, impidieron que la compañía de militares sublevados terminara de aniquilar a los efectivos policiales.
Ante la superioridad de las ya reforzadas tropas leales al gobierno de facto, los militares sublevados optaron por retirarse. En esa escaramuza fueron tomados como prisioneros por las tropas del CEFA los tenientes García Germán y Manuel de Jesús Checo, junto a los más activos dirigentes civiles del movimiento, entre los que se encontraban el secretario general del Partido Revolucionario Dominicano, José Francisco Peña Gómez y el líder sindical Miguel Soto.
Al caer la tarde, la alegría de los primeros momentos se había tornado en incertidumbre. A las 8:30 de la noche de ese día, el triunviro Donald Reid Cabral, en nombre del gobierno de facto, anunció a la ciudadanía, a través de una cadena de radio y televisión, que el país se encontraba en calma y que las Fuerzas Armadas seguían leales a su gobierno. A continuación, el texto íntegro de su alocución:
Santo Domingo, D.N.
24 de abril de 1965
Cumplo con el deber de informar al país que hoy, en las primeras horas de la tarde, un grupo de oficiales del Ejército hizo preso al jefe y al subjefe del Estado Mayor del Ejército Nacional, general Marcos Rivera coronel Maximiliano Américo Ruiz Cuesta Batista, E.N, respectivamente; así como a un grupo de oficiales también del Ejército.
Poco después se apersonaron en los estudios de Radio Santo Domingo y se mantuvieron utilizando sus micrófonos hasta que fueron desalojados y detenidos por tropas que cumplían las órdenes que oportunamente les fueron dadas.
Todo el país se halla en calma bajo el absoluto control del gobierno, a excepción del Campamento 16 de agosto, que se encuentra en el kilómetro 25 de la carretera Duarte y las instalaciones en que está alojada la Jefatura del Estado Mayor del Ejército.
Los dos campamentos que se han insubordinado fueron rodeados por tropas en interés de evitar innecesarios derramamientos de sangre, y se les ha intimidado a deponer su actitud.
De no acceder a esto a más tardar a las 5 de la mañana, efectivos de todas las Fuerzas Armadas cumplirán con la misión que les corresponde de preservar la paz y el orden público en la forma en que lo demanden las circunstancias.
El Gobierno invita a la población civil que vive en los alrededores de los citados campamentos para que abandonen dichos lugares lo más pronto posible, a fin de que, si es necesario tomar medidas de carácter militar contra los insurrectos, se encuentre fuera de la zona de peligro.
Exhorto a los ciudadanos a permanecer en sus casas en virtud de lo dispuesto en el Decreto No. 2433 que se dictó hoy y que establece un toque de queda que comenzó a las seis de la tarde y que terminará mañana en la mañana, también a las seis.
El Gobierno ha dispuesto para garantizar la tranquilidad y los intereses de todos, que efectivos del Ejército Nacional, de la Marina de Guerra, de la Aviación Militar Dominicana, del Centro de Enseñanza de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional hagan servicios de patrulla, a cuyo cargo está el orden que no ha sido interrumpido y preservar la propiedad.
Firmado: Donald J. Reid Cabral
Parecía que el gobierno del Triunvirato no sabía con qué tipo de militares estaba tratando. Su llamado a que depusieran las armas no podía encontrar eco en uniformados como esos, dispuestos a jugarse el todo por el todo. Cerca de la medianoche de ese sábado 24 de abril de 1965, los militares sublevados volvieron a la carga. Tropas comandadas por el coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó asaltaron la Intendencia del Ejército Nacional, resultando muerto en la acción el comandante de esta, coronel Rafael Nivar Ledesma, a tiempo en que tres compañías de militares rebeldes ocupaban la ciudad de Santo Domingo.
La primera plana del periódico Listín Diario, en su edición correspondiente al domingo 25 de abril de 1965, trae unas declaraciones del jefe de los uniformados sublevados, teniente coronel Miguel Hernando Ramírez, afirmando que el levantamiento contaba con el apoyo del batallón Juan Pablo Duarte; con el agrupamiento de Artillería y con todo el personal de la Jefatura de Estado Mayor del Ejército Nacional; y que pronto se sumarían a la rebelión importantes unidades de las Fuerzas Armadas. También aparecía en esa primera plana del Listín Diario una fotografía de un tanque de factura francesa AMX situado en los jardines del Palacio Nacional. Ese día, el presidente del gobierno de facto del Triunvirato tuvo un despertar desagradable. El entonces jefe de Estado Mayor de la Fuerza Aérea Dominicana, general de brigada Juan de Los Santos Céspedes, le despertó para comunicarle que no estaba dispuesto a bombardear los campamentos militares en manos de los sublevados. A esa altura de las circunstancias, con la excepción de la emisora oficial, todas las demás emisoras del país transmitían consignas alentando a los militares que aún permanecían leales al gobierno de facto a sumarse a la rebelión. Los políticos comprometidos con el golpe de Estado que derrocó al presidente Juan Bosch se encontraban ocultos o ya habían buscado refugio en embajadas extranjeras acreditadas en Santo Domingo. Los locales de los partidos de derecha estaban siendo saqueados por turbas armadas que recorrían las calles de la capital en busca de personas simpatizantes o allegadas al gobierno de facto. Las fuerzas militares que aún no se habían sumado a la rebelión se mostraban incapaces de detenerla. Alrededor de la diez de la mañana de ese domingo 25 de abril, unidades blindadas y tropas de infantería comandadas por el coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó penetraron en el Palacio Nacional sin encontrar resistencia, en momentos en que los triunviros abandonaban la sede del gobierno.
¡El gobierno de facto del Triunvirato había sido derrocado!
Algunos jefes militares que habían participado en el derrocamiento del gobierno de facto del Triunvirato se adelantaron en proponer que una junta militar integrada por los coroneles Miguel Ángel Hernando Ramírez, Giovanni Gutiérrez, Francisco Alberto Caamaño Deñó, Pedro Augusto Álvarez Holguín y Vinicio Fernández Pérez ocupara el poder. Pero no existía entre el resto de los sublevados un consenso en cuanto a la naturaleza del gobierno que había de sustituir al depuesto Triunvirato: unos favorecían el regreso al poder de Juan Bosch sin elecciones y la vigencia de la Constitución del 1963; otros pretendían que una junta militar gobernara el país hasta la celebración de elecciones en un plazo no mayor de 90 días; tampoco faltaron quienes, a pesar de haber permanecido leales al gobierno de facto ya depuesto, se mostraban dispuestos a aceptar un gobierno de cualquier naturaleza siempre y cuando Juan Bosch no presidiera el mismo. Sin que los militares se pusieran de acuerdo del todo, a las dos de la tarde del domingo 25 de abril de 1965, el doctor Rafael Molina Ureña, en su condición de presidente de la restituida Cámara de Diputados, tomó posesión como Presidente Provisional de la República, en tanto regresara al país el presidente Juan Bosch.
¡La suerte estaba echada!