Ha muerto un estadista que, por la grandeza con que trabajó por la dignidad y el decoro de su pueblo, parecía un padre para las juventudes latinoamericanas.
El deceso de don Fidel Castro pone un crespón de luto no solo en los corazones de Cuba sino en los de todo el continente de la esperanza, como llamaron muchos hermanos a América Latina en el siglo pasado.
Cuando dijo que la Historia lo absolvería, el gran líder estaba seguro de que así ocurriría. Lo más hermoso es que la Historia no se hizo esperar, y actuó rápidamente en consonancia con aquella premonición.
Se nos ha ido para la eternidad uno de los más grandes exponentes de la política global del Siglo XX, pero le deja a la humanidad el recuerdo perenne de su impronta, pues, tal como expresa el poeta español Antonio Machado, hizo camino al andar.
Fidel Castro fue un ícono en América, un prócer de las ideas políticas, un gobernante que supo fungir como constructor y conductor de los procesos históricos.
La muerte de don Fidel Castro le arrebata a la Universidad Autónoma de Santo Domingo a uno de sus más prominentes doctores honoris causa.
Fidel, tu recuerdo no morirá. Que tu espíritu descanse en paz.