La Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) conmemoró este sábado un nuevo aniversario de la Guerra de Abril de 1965, con el depósito de una ofrenda floral en la puerta Monumental Gesta de Abril, Movimiento Renovador.

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A mediados de la década de los años cuarenta del pasado siglo 20, la Universidad de Santo Domingo fue reorganizada como un monopolio y una dependencia del Estado, con una intención puramente utilitaria y profesionalizante. Fueron los principales asesores de Trujillo quienes, no sólo elaboraban sus nuevos planes de estudios, sus normas de administración y el nombramiento de sus catedráticos, sino hasta la moral pública que había de inculcárseles a los estudiantes. Y lo hicieron de manera tal que resultaba difícil encontrar un modelo de universidad más opuesto al empleado por la cuatricentenaria institución desde su origen. Ese modelo de universidad, añejo y en desuso, hizo crisis en 1961, meses después del ajusticiamiento del sátrapa.

En enero de 1960, surgió un amplio movimiento de la juventud dominicana de entonces que asumió como suyas las ideas programáticas de los expedicionarios del 14 de junio con miras a derrocar la tiranía trujillista: el Movimiento 14 de Junio. Dicha agrupación fue encabezada por los doctores Manuel Aurelio Tavárez Justo, Manuel Tejada Florentino, José Antonio Fernández Caminero, Luis Gómez, entre otros. También formaron parte de la misma las hermanas Patria, Minerva y María Teresa Mirabal, la ingeniera Tomasina Cabral y cientos de jóvenes más. Casi todos fueron apresados, torturados, y muchos de ellos desaparecidos. Esa juventud jugó un papel de primer orden en la formación de un ambiente de resistencia que posibilitaría el derrocamiento de la tiranía. El historiador Franklin Franco considera que “la juventud estudiantil y profesional de la Universidad de Santo Domingo, procedente de la clase media, fue el sector que más padeció en ese tortuoso período de resistencia y el que marcó la pauta a seguir a todo el pueblo” Esto se constituyó en un factor determinante que motivó a la Alta Jerarquía de la Iglesia Católica a la publicación, el 25 de enero de 1960, de una Carta Pastoral condenando públicamente los abusos y atropellos que se cometían con los jóvenes universitarios encarcelados. Fue lo que podría considerarse el principio del fin de la Era de Trujillo. La efervescencia política que produjeron esos y otros hechos fue tal que, a partir de entonces, pocos dudaban de que los días de Trujillo en el poder estuvieran contados. Y así fue. El 31 de mayo de 1961 Trujillo fue ajusticiado mediante una conjura encabezada por un grupo integrado por viejos servidores de su régimen. Días después de la muerte del sátrapa, la juventud estudiantil universitaria irrumpía en el escenario político nacional con una gran concentración en el campus de la Universidad estatal, demandando del gobierno el otorgamiento de la autonomía y el fuero universitarios. Dicha actividad fue interrumpida antes de finalizar por la presencia amenazante en los predios de fuerzas militares y policiales. Con el objetivo de convertir la Universidad de Santo Domingo en una institución de educación superior autónoma a la cual todos tuvieran acceso, el 13 de julio de 1961 se fundó la Federación de Estudiantes Universitarios (FED). La directiva provisional de dicha agrupación estuvo integrada por los bachilleres Asdrúbal Domínguez, Leopoldo Grullón, Oscar Lama, Rafael Alburquerque, Víctor Manuel Decamps, entre otros. En medio de continua movilizaciones estudiantiles en demanda de un conjunto de reivindicaciones, el 31 de diciembre de 1961, el presidente Joaquín Balaguer promulgó la Ley 5778 mediante la cual se le otorgó a la Universidad estatal la autonomía y el fuero universitario. Se designó un Consejo Universitario Provisional presidido por el doctor Julio César Castaños Espaillat e integrado por los catedráticos René Augusto Puig y Froilán Tavárez, y por los bachilleres Antonio Isa Conde y Asdrúbal Domínguez. La Universidad Primada fue redefinida como una comunidad de estudiantes y maestros con poderes para dictar sus leyes y reglamentos a tono con los predicamentos de la Reforma Universitaria de Córdoba.

Fuente: hoy.com.do

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En los años cincuenta y principios de los sesenta del pasado siglo 20, algunos países latinoamericanos y del Caribe vivieron todo un proceso de transformación de sus instituciones, expresado en un movimiento contra las dictaduras militares que los gobernaban. Ello, incidió muy marcadamente en la crisis que culminó dando al traste con la dictadura trujillista. El sátrapa en persona contribuyó a que esto sucediera no sólo con sus crímenes, también, haciendo que la República Dominicana desempeñara el papel de un hotel de cinco estrellas donde acudían a recrearse dictadores de América Latina que, una vez derrocados, huían de sus respectivos países. El primero en llegar lo fue el general argentino Juan Domingo Perón, a finales de 1955; continuándole dos años después el general colombiano Rojas Pinilla, siguiéndole a éste el dictador venezolano Pérez Jiménez. Esas fugas de dictadores derrocados hacia la República Dominicana concluyó el primero de enero de 1959 con el arribo al país del dictador cubano Fulgencio Batista luego de su huida vergonzosa de Cuba, tras ser derrocado por el Movimiento Revolucionario 26 de Julio que encabezó el doctor Fidel Castro Ruz. Todo esto produjo un gran vuelco en la conciencia de los pueblos latinoamericanos y del Caribe. Nuevas perspectivas se les abrieron a los cientos de luchadores anti-trujillistas que vivían en el exilio. En un plazo relativamente corto, al igual que otros países el área, la República Dominicana llevó a cabo una notable transición desde un prolongado período de dictadura a una democracia en pleno funcionamiento.

¿Qué papel desempeñó la Universidad de Santo Domingo en el proceso descripto más arriba? Veamos. Al atardecer del 14 de junio de 1959 arribaron por Constanza un grupo de 54 guerrilleros entrenados en Cuba a bordo un avión de transporte DC3 piloteado por un aviador venezolano. Cinco días después, dos lanchas procedentes de Cuba desembarcaron por las bahías de Maimón y Estero Hondo con 144 expedicionarios a bordo. De esas tres acciones, sólo la de Constanza alcanzó un relativo éxito al poder los expedicionarios internarse en los bosques cercanos y hacerles frente y producirles bajas a los contingentes de tropas regulares del Ejército y de la Aviación Militar con las que se enfrentaron. Los desembarcos de la costa norte no tuvieron igual suerte. Las dos lanchas fueron hundidas y la mayoría de sus tripulantes muertos o hechos prisioneros y asesinados luego. De 198 hombres que integraban la expedición de Constanza, Maimón y Estero Hondo sólo sobrevivieron cinco: Poncio Pou Saleta, Mayobanex Vargas, Medarno Germán, el comandante cubano Delio Gómez Ochoa y un jovencito, casi un niño, de nombre Pablito Mirabal. Los demás cayeron en combate o fueron hechos prisioneros y asesinados después de haberles hecho padecer crueles torturas. Entre los mártires expedicionarios del 14 de Junio se encontraban trece profesionales egresados de las aulas de la Universidad Primada y 12 estudiantes.

En las páginas 276 y siguientes de su libro “Historia de la UASD y de los Estudios Superiores” el historiador Franklin Franco describe la manera en cómo tomó cuerpo un amplio movimiento de la juventud de entonces, universitaria en su mayoría, que asumió como suyas las ideas y propuestas de los expedicionarios del 14 de Junio de 1959. Trujillo respondió elevando la represión y el terror a niveles inimaginables, sin percatarse de que el fin de su mandato dictatorial se acercaba.

 

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En tiempos en que en las universidades de la América española pervivían las ideas medievales y las estructuras académicas de la universidad napoleónica, y en que los conflictos entre estudiantes y autoridades universitarias eran el pan de cada día, estalló una gran crisis en una universidad de Argentina impulsora de una reforma de la educación superior del país suramericano y de todo el continente. El hecho a cual nos referimos ocurrió hace más de noventa años, no en Buenos Aires, como era de esperarse, sino en uno de los lugares más empobrecidos y menos industrializados de esa nación: en la Provincia de Córdoba.

La Reforma Universitaria de Córdoba habría de imprimirle a la universidad latinoamericana la fisionomía peculiar que todavía conserva. Representó mucho más que un mero episodio de rebeldía estudiantil. Supuso desde su origen una intención de cambio social que fue más allá de modificar la ordenación de una pequeña universidad. A pesar de que tuvo una resonancia continental, los vientos de Córdoba alcanzaron magnitudes y direcciones diferentes dependiendo del país bajo su influencia: En la Argentina su realización fue típicamente universitaria; en el Perú devino en partido político; en México, no fue más que un capítulo de la Revolución del país azteca; en Cuba permaneció por años como una fuerza revolucionaria latente llegando a tener cierta significación en el Movimiento 26 de Julio antecedente inmediato de la Revolución castrista. ¿Qué influencia tuvo la Reforma de Córdoba en los acontecimientos ocurridos en la Universidad de Santo Domingo inmediatamente después del ajusticiamiento del tirano Rafael Trujillo y de la ocurrencia de la Revolución e Abril de 1965? Es ésa otra historia en la cual nos detendremos en la última entrega de esta serie de tres.

Ahora, permitiésemos citar unas expresiones del catedrático universitario argentino Luis Manuel Peñalver, relacionadas con el tema de la influencia de las crisis universitarias en los movimientos sociales aparecidas en el prólogo escrito por él de la obra “80 Años de la Reforma Universitaria de Córdoba” del escritor nicaragüense Carlos Tünnerman: ”La explosión educativa, especialmente en el nivel superior, la renovación incesante de los conocimientos determinada por los vertiginosos avances científicos y tecnológicos, y la lentitud de adaptación estructural y funcional de las universidades a los inevitables cambios han originado una crisis universal de la educación superior. Afanosamente los líderes educacionales, los docentes y un estudiantado cada vez más alerta e inquieto buscan nuevas fórmulas de concepción, estructuras, métodos e instrumentos que permitan a las universidades y demás instituciones de educación superior dar respuestas a las interrogantes y retos planteados en esa crisis, cuya solución es de mayor interés por la importancia creciente de la educación superior en el desarrollo de los pueblos, como factor de formación de recursos humanos de alto nivel y de creación de conocimientos”.

Fin de la cita. ¿Qué papel habrán de desempeñar en lo adelante los Estados y gobiernos en relación con la participación decidida de las universidades en el desarrollo de los pueblos y en la creación de una sociedad más justa y solidaria?

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En agosto de 1957, el insigne poeta Pablo Neruda asistió a una magna concentración en apoyo a la candidatura a la presidencia de la República del doctor Salvador Allende celebrada en el Teatro Baquedano, de Santiago de Chile. En esa ocasión, ostentando la representación de los escritores y artistas del hermano país suramericano, el renombrado vate expresó: “No queremos seguir siendo escritores de un pueblo que no puede leer. No queremos sentir la vergüenza, la ignominia de un pasado estático y leproso. Queremos más escuelas, más maestros, más periódicos, más libros, más editoriales, más revistas, más cultura”. A pesar de los años transcurridos, discursos como ése todavía provocan sentimientos de impotencia y de rabia en miles de ciudadanos de cualquier país del llamado tercer mundo, habitados por una mayoría de gentes que, al igual que los chilenos de esa época, padece toda suerte de calamidades. Pero, no hay que irse tan lejos, situémonos aquí: cincuenta y cinco años después del derrocamiento de la dictadura trujillista, todavía el pueblo dominicano enfrenta el desafío de alcanzar una democracia que reúna los requisitos que le son propios, y el de alcanzar resultados económicos que les favorezcan. Es que el camino de las grandes trasformaciones es duro y escarpado. La acción del gobierno del presidente Danilo Medina para hacerle frente a males como ésos se apoya en una propuesta neoliberal de aceptación de desigualdades sociales estimadas como inevitables.

La reforma del sistema de instrucción pública del gobierno peledeísta descansa en cuatro pilares: Tanda Extendida; Construcción y Equipamiento de Aulas; Formación y Capacitación de Maestros; Revisión Curricular; y Campaña de Alfabetización de Adultos. Es así que esta administración de gobierno enfrenta el enorme desafío de asegurar el bienestar de los ciudadanos dominicanos en un mundo que vive profundas y aceleradas transformaciones.

Recientemente, el ministro de Educación, Carlos Amarante Baret, proclamó que el país ha alcanzado grandes logros en materia de instrucción pública con la incorporación de casi un millón de estudiantes al Programa de la Tanda Extendida. Expresó que tres mil establecimientos escolares y 22 mil maestros han sido incorporados a dicho programa para cubrir la demanda de las escuelas que operan bajo esa modalidad. Las autoridades del Ministerio de Educación aspiran a que de aquí a unos cuantos años, todos las escuelas públicas del país laboren en horario corrido desde la ocho de la mañana hasta la cinco de la tarde. Y los estudiantes que asistan a ellas desayunen, almuercen y merienden en los locales de las mismas. Que sean favorecidos con entrega gratis de uniformes y materiales escolares. Y con le ejecución de un Programa de Nutrición y Salud que les suministra todo tipo de medicamentos de sanación y prevención de enfermedades, Con más de tres millones de niños y adolescentes temiendo acceso a un sistema de instrucción pública de calidad en las condiciones descriptas, la República Dominicana se vería convertida en todo un paraíso. ¿Qué porcentaje del PIB habría que invertir en un programa de tanda extendida que contemple el ofrecer todas esas facilidades? En realidad no lo sabemos. No somos economista ni especialista en finanzas públicas. Coincidimos con el parecer del ministro Amarante Baret, en el sentido de si se logra afianzar el Programa de la Tanda Extendida “venceríamos la exclusión, la inequidad y las desigualdades sociales” Hasta el momento, ningún país de la América española se ha propuesto obtener tanto. El gobierno socialista de la unidad popular que encabezó el presidente Salvador Allende contrajo el compromiso ante su pueblo de entregarle todos los días a cada estudiante de escuela pública medio litro de leche a modo de combatir la desnutrición; promesa ésta que mantuvo contra viento y marea durante los más de mil días que duró en el cargo. Solo medio litro de leche. Nada de desayuno, almuerzo y merienda.

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La concentración de la riqueza de un país en manos de unos pocos de sus ciudadanos empaña los principios fundamentales de la democracia e impone poderosos obstáculos para alcanzar una razonable igualdad entre los hombres. No ha habido manera de evitar que los privilegiados de la fortuna usen los cuantiosos recursos económicos de que disponen para financiar a dirigentes de agrupaciones políticas que estén de acuerdo con ellos, o disuadir a aquellos que discrepen para que asuman una conducta diferente. Cincuenta y cinco años después del derrocamiento de la dictadura trujillista, todavía el país enfrenta al desafío de alcanzar una democracia que reúna los requisitos que le son propios y el de alcanzar resultados económicos que la favorezcan, dejando atrás las escandalosas desigualdades constituidas en obstáculos para lograrlo. Para entender la conformación del mundo en que vivimos no se debe pasar por alto la existencia de las grandes corporaciones internacionales, las mismas que internacionalizan la producción de los productos y tienen el mundo como una especie de mercado.

Hoy día, por ejemplo, una parte de un reloj de marca X se produce en Corea, (entiéndase en Corea del Sur); otra, en Suiza, hasta terminar ensamblándolo en Honduras. Así con muchos otros productos industriales. La mayor parte de los beneficios de las grandes empresas transnacionales no se obtienen en el lugar de origen. Los mayores opositores al establecimiento de empresas transnacionales son los movimientos obreros donde se encuentran las casas matrices de esas grandes corporaciones. ¿Por qué? Porque los empleos emigran desde allí hacia aquellos países a dónde esas empresas se trasladan en busca de manos de obra más barata y el no pago o el pago reducido de impuestos. Muchos de los favorecidos del patio celebran esas acciones y nos inducen a convertirnos en ofertantes de manos de obra descalificada y barata.

¡Es ese el llamado nuevo orden mundial y es así como está el mundo! En enero del 2006 entró en vigencia el Tratado de Libre Comercio entre los Estados Unidos, la República Dominicana y los países centroamericanos (DR-CAFTA) ¿Cuáles beneficios obtuvimos o dejamos de obtener con la firma de un tratado de libre comercio con una nación tan poderosa como los Estados Unidos? Querámoslo o no, dentro de este nuevo orden mundial, transcurre un proceso de mundialización que abarca la producción, la comercialización y las finanzas. Dicho proceso favorece a unos países y perjudicará a otros.
Más claro: hay países globalizadores (beneficiados) y países globalizados (perjudicados) ¿Qué debemos hacer los dominicanos para beneficiarnos de la globalización y de la firma de tratados de libre comercio? En el terreno político, fortalecer nuestra incipiente democracia y desarrollar nuestras instituciones; y en lo económico, ante todo, evitar desempeñar el rol de proveedor de mano de obra descalificada y barata, y manifestarnos dispuestos a hacerlo con fuerza de trabajo de alta calificación, para lo cual necesitamos elevar la calidad de nuestro sistema de instrucción pública, desde los niveles iniciales hasta los técnicos y superiores. Sabemos que, frente a la realidad de la existencia de países poseedores de la tecnología y del dominio de los mercados, esto que proponemos parecería difícil de alcanzar; pero, aun así, vale la pena intentarlo. Debemos procurar que de nuestras universidades e institutos tecnológicos egresen los recursos humanos calificados que requiere el mercado local y que demanda el mercado internacional.

 

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Desde la llegada al país del insigne maestro puertorriqueño Eugenio María de Hostos a finales del siglo XIX hemos venido realizando esfuerzos para elevar la calidad de nuestro sistema de instrucción pública

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No es difícil que las autoridades de educación y los rectores de las universidades del país lleguen a un acuerdo en relación con temas como el de la revisión curricular y el de política de admisión. Donde podrían surgir unas que otras dificultades en lograrlo es en la elaboración de un nuevo perfil del maestro porque ésta necesariamente implica el establecer para quién se es, se sabe y se hace.

Durante décadas, el Sistema Dominicano de Instrucción Pública figuró entre los peores financiados de la América española y el Caribe (todavía ocurre algo parecido muy a pesar del aumento de la inversión en educación del 2,2% del PBI en el 2013 al 4% del PBI a partir del año 2014 en lo adelante).

Los resultados de las pruebas internacionales en las que estudiantes dominicanos de los niveles básico y medio han participado han evidenciado un precario desempeño de parte de ellos en matemáticas, lenguaje y ciencia; situación ésta, que ha dado lugar a que muchos de nuestros colegas piensen que es debido a la baja formación de los docentes, sin tomar en cuenta la poca disponibilidad de recursos económicos con que ha contado y cuenta el sector de educación. La verdad es que necesitamos de más y mejores maestros. Todos estamos de acuerdo en que se debe elaborar nuevos perfiles de egresados de las facultades y escuelas de pedagogía y en revisar los planes de estudios de las carreras que ofertan esas instituciones para que en los mismos figuren el aprendizaje de lenguas extranjeras y el adiestramiento en el manejo y uso de tecnologías de la información, Pero, ¿cómo lograrlo? A la luz de ésas y otras circunstancias, debemos tener muy en cuenta que los títulos de licenciados, maestros y doctores en ciencias de la educación y en sus diferentes menciones son otorgados por las universidades, autónomas por naturaleza y por ley.

El Ministro de Educación, licenciado Carlos Amarante Baret, después de cuestionar la formación de maestros en las universidades del país, anunció que la dependencia estatal bajo su dirección traerá especialistas extranjeros para reforzar las capacidades de los profesores nativos que participan en los programas de formación y capacitación de maestros. Nos parece que esas opiniones no toman en cuenta otras consideraciones. Las propuestas para mejorar las capacidades del profesorado deben basarse en enfoques contextuales, en las que se tengan en cuenta todos los factores que contribuyan al buen desempeño del maestro en las aulas de clase. Señor Ministro, ¿dónde usted cree que nos formamos los que hemos intervenido en todos los procesos de reforma de la educación y en todos los programas de formación y capacitación docente de las últimas décadas? ¿En las universidades Yale, Cambridge, Harvard o en la UASD, PUCMM, y UNPHU? Que conste, que no estamos renegando la necesidad de capacitarnos cada día más. Prueba de ello es que muchos de nosotros todavía estamos presentando tesis doctorales en área del saber que aquí antes no se conocían como el de calidad, evaluación, acreditación y planeamiento universitario. El aumentar la calidad de los servicios de educación requiere de grandes inversiones en el sector que en ocasiones los gobiernos no están dispuestos a llevarlas a cabo, ya sea por decidía o porque urge satisfacer otras necesidades. En materia de formación y capacitación docente hemos avanzado bastante. Al final de la “era de Trujillo” apenas un 4% de los profesores de escuelas públicas estaba en posesión de un título universitario. El oficio de maestro era muy mal renumerado, a pesar de que requería, como hoy requiere, de mucha entrega y dedicación. El docente es hoy un profesional como otro cualquier. Su estándar de vida ha mejorado bastante. La palabra vocación ahora se escribe con b.

 

Fuente: hoy.com.do

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Los resultados del Concurso de Oposición Docente del 2015 cuestionarían la formación de los egresados de las facultades y escuelas de pedagogía de nuestras universidades. Somos de opinión de que antes de emprender los correctivos de lugar debemos de establecer el grado de fiabilidad y validez del examen utilizado en dicho evento con el propósito de saber, a ciencia cierta, cuál es su grado de precisión, y hasta qué punto podemos pronosticar, mediante la aplicación de ese instrumento, la capacidad y eficiencia de un individuo en el ejercicio docente.

 

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Por Jesús de la Rosa


Los sistemas de instrucción pública no existen en un mundo de abstracciones. El medio que los rodea está llenó de fuerzas dinámicas que influyen directa o indirectamente sobre las tareas y operaciones de los mismos y, en última instancia, determinan su importancia, alcance y viabilidad.

La República Dominicana ha llevado a cabo una notable transición desde un prolongado periodo de treinta y uno años de dictadura a una democracia no del todo perfecta pero democracia al fin. Cualquier extranjero que hubiese conocido nuestro país en los tiempos oscuros de la tiranía trujillista y que nos visitara nueva vez se sorprendería ante los cambios que hoy se registran en la sociedad dominicana. Esos cambios han modificado el entorno operativo y ético de nuestro sistema de instrucción pública, colocándolo frente a nuevas oportunidades, desafíos y obligaciones.

El éxito del Pacto Nacional para la Reforma Educativa dependerá en gran medida de la predisposición del aparato burocrático del gobierno de turno a renunciar a unos que otros poderes que por años han venido ejerciendo. También, a la predisposición de las universidades y demás instituciones de educación superior a hacer un uso creativo y eficaz de su autonomía. En la época actual de cambios acelerados, esas Casas de altos estudios pueden realizar importantes aportaciones al avance y progreso de la sociedad, claro está, siempre que se les dote de los recursos y la libertad de acción necesaria, y que éstas sean lo suficientemente previsoras y flexibles para adaptarse a los grandes cambios que se están produciendo en torno a ellas. Por el contrario, si se ven excesivamente limitadas por la falta de recursos y por toda una serie de normas y regulaciones se encontrarán en el centro de una crisis cada vez mayor de desajustes con la cambiante sociedad que las rodea.

En el preámbulo de la obra “Aprendizaje y Desarrollo Profesional Docente” Álvaro Marchesi, refiriéndose al tema de la formación docente, expresa lo siguiente: “Una buena formación inicial tiene un efecto positivo en la actividad profesional de los docentes, no cabe duda, pero también contribuye a ello la buena actuación de los equipos directivos o el tiempo disponibles por los profesores para trabajar en equipo. Los docentes trabajan en un contexto social y cultural determinado, y en unas condiciones educativas y laborales específicas”.

A todos nos preocupó el hecho de que de 36 mil 884 egresados de las facultades y escuelas de educación de más de una veintena de universidades del país que participaron en un concurso de oposición para ocupar plaza de profesores de escuelas públicas, tal y como lo establece la Ley de Educación 66-97, sólo 11 mil 479 de ellos, es decir el 31.1% haya aprobado el examen requerido, lo que, sin dudas, indica que en algo estamos fallando en materia de formación y capacitación docente. Para identificar el mal, y de paso partir de lo cierto, y no de lo aparente, debemos comenzar por analizar con detenimiento el instrumento de medición o examen usado en esa ocasión. Debemos responder a preguntas como estas: ¿Si aplicamos una vez más esa misma prueba a otro grupo de aspirantes a ocupar cargos docentes, obtendríamos los mismos o parecidos resultados? ¿Cuál es el grado de precisión de la prueba utilizada? ¿Hasta qué punto esa prueba (nos referimos a la utilizada en el Concurso de Oposición Docente del 2015) es capaz de pronosticar la capacidad y la eficiencia en el ejercicio docente? No debemos aventurarnos en dar un paso más, sin antes haber examinado a profundidad dicho instrumento de medición.

Agotado ese procedimiento, podemos y debemos acogernos a los planteamientos del rector del Instituto Tecnológico Dominicano (INTEC), ingeniero Rolando Guzmán, en el sentido de no permitirles a los aspirantes a ocupar puestos docentes en el sistema dominicano e instrucción pública “hasta que no superen las deficiencias que salen reflejadas en los concursos de oposición”.

 

Fuente: hoy.com.do

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