Se plantea una redefinición del modelo educativo de la universidad (UASD) “espacio donde la calidad del valor social de los conocimientos que adquiere niveles de intencionalidad, los cuales se presentan como un principio en la tarea de formación y de desarrollo institucional; el eje de su cambio institucional se ubica en la orientación de su proceso educativo y en el perfil de la academia que debe responder a los retos que plantea el actual proceso de desarrollo científico tecnológico e informático, así como el proceso de la transición democrática y el desarrollo sustentable, en la perspectiva de la construcción de una sociedad menos excluyente y más solidaria.
En este contexto, se afirma de manera brillante que mientras, “los estados tienen fronteras, el conocimiento tiene horizontes. Cada vez más los científicos forman parte de la academia mundial, constituida por la multitud de redes que utilizan el ciberespacio como medio de comunicación. La emergencia de un conocimiento sin fronteras y de la sociedad de la información, en un mundo cada vez más globalizado, que conlleva desafíos inéditos para la educación superior contemporánea (Turnnermann, 2003), sostiene sobre este aspecto que la internacionalización de la educación superior contribuye a la calidad de la educación lo cual coincide con lo sustentado en lo planteado por la UNESCO que aboga por el derecho a la educación a lo largo de toda la vida”.
Sobre el particular “el documento de Política para el Cambio y el Desarrollo de la Educación Superior en el 1995, que la UNESCO elaboro como brújula intelectual para el proceso de preparación de la conferencia mundial sobre educación superior, plantea que la internacionalización cada vez mayor es el primer lugar, y ante todo, el reflejo del carácter mundial del aprendizaje mundial y de la investigación, que se va fortaleciendo gracias a los procesos de la integración económica y política, por la necesidad cada vez mayor de compresión intercultural y por la naturaleza mundial de las comunicaciones moderna, los mercados de consumidores actuales, etcétera.” (Turnnermann.2013)
En el proceso de redefinición del modelo educativo de la universidad se asume la internacionalización de la educación superior como un desafío y como un componente consustancial de su quehacer institucional. En política de cooperación internacional, la universidad no parte de cero, puesto que desde los años setenta del pasado siglo, la institución viene desarrollando políticas de intercambio y acuerdos nacionales, regionales e internacionales en el ámbito de la docencia, la investigación y la extensión, con la limitante de que este proceso no ha estado acompañado en lo fundamental de una clara política de seguimiento y de continuidad. Igualmente, ha habido limitaciones en las estrategias de difusión y divulgación. La realidad actual, caracterizada por la emergencia de la sociedad del conocimiento y de la información, le plantea a la universidad la necesidad de redefinir la política de cooperación, intercambio de experiencias de acuerdo interinstitucionales en el contexto del enfoque de la cooperación académica horizontal, que tiene sus fundamentos axiológicos en los principios del Movimiento de Córdova, en el Movimiento Renovador, y en los acuerdos de la Conferencia Mundial de Educación Superior celebrada en Paris en 1998, que trazó las nuevas líneas de acción para el Siglo XXI.
Al respecto Manuel Castells: afirma que “en los momentos actuales al parecer por el momento, no hay otro remedio que navegar en las escarpadas aguas globales….por eso es esencial, que para esa navegación ineludible y potencialmente creadora, hay contar con una brújula y un ancla. La brújula: la educación, información, conocimiento, tanto a nivel individual como colectivo. El ancla: nuestras identidades. Saber quiénes somos y de dónde venimos para no perdernos a dónde vamos.”(Carmona.2012) afirma que ‘’la perspectiva de la internalización de la educación superior asumida en este texto, es una respuesta construida por los universitarios frente a los efectos homogeneizadores y desnacionalizadores de la globalización”. También sostiene que “es un recurso educativo para formar ciudadanos críticos y preparados para un buen desempeño en un contexto globalizado”.
En el ámbito internacional de la educación superior es “necesario seguir insistiendo en desarrollar una agenda de globalización con formas de inclusión inteligentes, que tenga como fin la democracia global. Es necesario auspiciar debates acerca de la necesaria defensa de la educación como bien público global, donde tenga cabida la construcción de ciudadanía (nacional y global) y no solamente la enseñanza de competencias técnicas. Todo esto con el fin de que la corriente del comercio de servicios se supedite a los valores del bien público global y no al revés. Esto debe hacerse con mucha premura, pues existen muchos riesgos aunque también muchas oportunidades asociados con esta temática (Knight, 2004), y el mayor riesgo es dejar que se impongan las opciones no deseadas”. (Guadilla. 2005)
Desde una perspectiva de cooperación horizontal, hay que reiterar que la educación superior debe entenderse y asumirse, como un bien público y como un derecho humano, dentro de una concepción de lo educativo dirigida a lograr un desarrollo socialmente sustentable, más equilibrado y con mayor equidad entre los pueblos y dentro de ellos. Se plantea una educación superior comprometida con la formación de un sujeto responsable, capaz y vinculado con el bien común a nivel local, regional y global. Estos planteamientos deberán ser fundamentales para la política de relanzamiento institucional que la universidad está ejecutando en esta segunda década del presente siglo.